Polémica verde


03-07-2009 / Un reportaje le atribuyó al ex Soda declaraciones muy duras sobre los mapuches y el control de natalidad. Él dice que lo sacaron de contexto. Igual nació un debate que incluye al Inadi, Greenpeace y dirigentes indígenas.


Por Tomás Eliaschev

A veces, detrás de las buenas intenciones y de conceptos admirables como “conservación del medio ambiente”, se filtran ideas polémicas. Tal vez la falta de experiencia le jugó una mala pasada a Charly Alberti, quien se constituyó hace un mes como la cara visible de The Climate Project, la fundación del ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore, y salió a hablar, generando una discusión que recién empieza. En un reportaje publicado el 29 de junio pasado por C, la revista dominical del diario Crítica de la Argentina, el ex baterista de Soda Stereo cuenta que compró una casa frente a un lago en Bariloche y vuelca toda una serie de conceptos que para muchos resultaron alarmantes.

El músico –que actualmente lidera la banda Mole– lanzó ideas, según el reportaje publicado, que van desde la defensa de polémicos empresarios como Luciano Benetton hasta expresar que “los mapuches son chilenos”, pasando por plantear el “control violento de la natalidad” y que hay madres que tienen muchos hijos para que les den subsidios. Su debut como vocero de la ONG estadounidense abrió una controversia que seguramente no esperaba.

Aunque Alberti sostuvo ante esta revista que sus frases fueron sacadas de contexto: “Yo nunca dije que los mapuches son chilenos. Son cosas que escuché pero que no comparto”, dijo el músico a Veintitrés (ver aparte). Más allá de las aclaraciones posteriores de Alberti –“a veces peco de crédulo”, señaló–, las respuestas al primer reportaje no tardaron en llegar. “Los mapuches no son chilenos ni argentinos, ya que el pueblo mapuche es anterior a la constitución de los estados nacionales en América latina.

En nuestro país hay mapuches y tehuelches que vienen trabajando y luchando desde hace años por la posesión de sus tierras y territorios ancestrales, tal como reconoce nuestra Constitución nacional y el Plan Nacional contra la Discriminación que aplicamos desde el Instituto Nacional contra la Discriminación (Inadi). En este sentido, las declaraciones son totalmente erróneas”, afirmó a esta revista María José Lubertino, titular del organismo. Otra expresión polémica fue la referencia a las madres que en el norte del país tendrían hijos para obtener subsidios. “Es una opinión desacertada –dijo Lubertino–. La maternidad debe ser una decisión y por eso acompañamos las iniciativas de educación sexual, las políticas públicas que permitan el acceso a métodos anticonceptivos, así como impulsamos la despenalización y legalización del aborto.

Toda mujer tiene derecho a decidir cuántos hijos tener y si quiere tener siete y es su decisión libre e informada, no hay ninguna objeción que hacer”. Alberti dio su explicación sobre este punto: “Hay gente con poca información que complica la vida de sus hijos. Pero es cierto que nadie tiene derecho de prohibirle nada a nadie, hay que hacer campañas”. Alberto Morlachetti, referente de la campaña “El hambre es un crimen” y fundador del Hogar Pelota de Trapo, también cuestionó los planteos de Alberti: “Es ridículo plantear que se tiene que tener más o menos hijos, yo lo dejaría a merced del amor y del deseo de la familia. Si alguien los tiene en la pobreza, se le imputa que tiene hijos al voleo. A ver si le discute a alguien de clase media-alta la cantidad de hijos.

Es una mirada muy contaminada y con un corte ideológico, donde los pobres son superfluos”. El abogado Fernando Kosovsky, quien defiende a las comunidades mapuches de los atropellos que perpetran empresarios en su contra, también entró en la polémica. “Con Benetton en Chubut los mapuches no están mejor porque no son libres y no tienen ejercicio de su autonomía.

Se puede hacer una larga lista de las irregularidades y atropellos que cometió Benetton en la Patagonia, como poner alambradas en tierras ancestralmente utilizadas por los mapuches”, aseguró el letrado, quien defiende a la comunidad de Santa Rosa Leleque contra el consorcio del megaempresario italiano. “Lo que plantea Alberti es la doctrina que sostiene Benetton, que desconoce a los mapuches por negación”. Para el abogado, “desde el punto de vista jurídico, la negación de un pueblo puede llegar a conducir a su aniquilación en forma directa como se llevó adelante con el pueblo judío. Al decir que no hay mapuches en Argentina, indirectamente se les niega toda forma de derecho y los pueblos originarios tienen derechos diferenciales.

El Estado asumió que va a hacer esa reparación, es algo que no se discute”. El politólogo y periodista mapuche Adrián Moyano se queja porque “Alberti repite el peor pensamiento de los admiradores de Julio Argentino Roca y de la oligarquía terrateniente de ayer y de hoy”. Moyano explica que “los mapuches, desde el 800 antes de Cristo, ya estaban en las actuales provincias de La Pampa y Neuquén. Ese pensamiento de que los mapuches son chilenos y los tehuelches son argentinos fue una de las operaciones de opinión pública a fines del siglo XIX para justificar el genocidio de la Campaña del Desierto”. Chacho Liempe, del Consejo Asesor Indígena de Río Negro, una de las organizaciones originarias con más tradición de lucha en el país, se sumó a las criticas: “Tenemos la seguridad, basada en la historia de miles de años, de que somos un pueblo que tenemos el derecho legítimo de vivir.

Aunque no tenemos cifras exactas, somos muchísimos mapuches en la Argentina y Chile: hay ciudades con el 80 o 90 por ciento de gente nuestra en la región sur, que lentamente va recuperando su identidad.”

El director de Campañas de Greenpeace en la Argentina, Juan Carlos Villalonga, defendió al músico. “Es bienvenido Alberti y toda la gente que pueda sumarse a una causa como esta, porque el tema clima necesita de un esfuerzo mayúsculo y es buena la aparición de gente que tiene perfil público. Greenpeace lo ha hecho pensando en la popularidad de músicos, actores y conductores como Natalia Oreiro o Mario Pergolini.

Lo único que me preocupa es que diga que la lucha ambiental arrancó ayer nomás, cuando viene desde los ’80.” Para Villalonga, “está opinando sobre temas que no conoce mucho. Se hace evidente cuando le preguntan por el veto a la Ley de Glaciares y no tiene una opinión formada. Creo que hay falta de inmersión en los temas, hay superficialidad y se desconoce toda la historia ambiental que hay en la Argentina”. En cuanto al vice de Clinton, el militante de Greenpeace dijo: “A Gore lo respetamos mucho; es uno de los pocos políticos a nivel internacional que tiene una trayectoria que lo avala”. Pero cuestionó que “el trabajo con su fundación y su prédica quedan un poco desdibujados en la nota, porque hay una diferencia entre la actuación de Gore y la presencia de magnates como (Joseph) Lewis, un filántropo que puede tener la ideología que tenga, pero no tiene nada que ver con el trabajo político de debate”. Pero no todos tienen una imagen positiva del político estadounidense, Premio Nobel de la Paz en 2007.

“La visión de Gore –que la ecología sea negocio– tiene a veces mucho de negocio y poco de ecología”, disparó Jorge Orduna, autor de Ecofascismo. Y el periodista y ambientalista Javier Rodríguez Pardo niega a Gore cualquier autoridad para opinar sobre el tema ambiental: “Proviene de un país que, junto a los demás del Primer Mundo, consume el 80 por ciento de los minerales del planeta cuando representan el 20 por ciento de la población, y no lo cuestiona. A ese ritmo, no habrá más minerales, petróleo ni desarrollo como él lo conoce”. La polémica recién empieza.

En octubre, Al Gore desembarcaría en persona en el país. Será una oportunidad para despejar dudas y reencauzar el debate ambiental hacia caminos más felices, una de las asignaturas pendientes en la agenda nacional.

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