Zeta Bosio: “El rock está estancado”
El ex Soda Stereo aterrizó en Chile como DJ, esa faceta que lo tiene viajando por el mundo y a punto de lanzar un disco. Es animador de radio, de TV y está por lanzarse al mundo de la moda en el cable. Aquí habla de la fama, de su hijo músico de 19 años, de sus ambiciones y de su novia de 23, la que lo mantiene con los pies en la tierra. Cuando puede.La mejor versión de sí mismo es hoy Zeta Bosio. Sigue siendo Zeta, la estrella que eclipsó la escena musical latinoamericana en los 80 con Soda Stereo, pero brilla con otras luces. Ni se ensimismó, ni luchó por canalizar sus obsesiones encerrado en un estudio. Decidió vivir. Y hacer cuanto se le da la gana.
Hoy está en Chile como DJ, la nueva chapa con la que viaja por el mundo. Anoche protagonizó la fiesta del restaurante C, hoy toca en el Enjoy de Viña del Mar, y mañana encenderá la pista de la fiesta Sin Valentín, en el Hotel W. El viernes en Calama y el sábado en Antofagasta.
Con su productora, Seres de otro planeta, se encarga de su programa de radio en Rock & Pop y el de televisión, “Rock Road”, que va para su sexta temporada, con el que recorre los más importantes festivales del mundo como el N.N. que nunca fue. Tiene su propio Sello (Alerta Discos), prepara una revista y está por lanzar su primera producción como DJ, el traje que mejor le acomoda. El que le voló los sesos.
“Me vida se tornó complicada, me gusta. Lo extrañaba. Desde la época de Soda que no estaba todo el tiempo con tanta actividad. Me llevó años armarme este lugar, trabajando desde distintas áreas e interviniendo en los procesos creativos, que es lo que más me gusta”, dijo anoche a “La Segunda”.
Es Chile el mejor testigo de su despegue. Aquí llegó a hacer su primera promoción con Soda Stereo, cuando los esperaban cuatro personas en el aeropuerto. “Veníamos a pasarlo bien, a esas fiestas de toque, hasta las 7 de la mañana. ¡No dormíamos nunca!”, recuerda. Hasta que explotó todo. “La segunda vez pensamos encontrar a las mismas cuatro personas esperándonos ¡y no pudimos salir del aeropuerto! Nos tiraban el pelo, nos rompían la ropa, nos cambiaban de hotel, porque se quejaban los pasajeros. Nos seguían 200, 300, ¡1500 personas! Las chicas cantaban toda la noche nuestras canciones afuera del hotel. Fue una locura que no volví a vivir jamás. Acá en Chile fue como la Beatlemanía. Yo veo ahora los videos de Los Beatles en Nueva York y digo: Y sí, era más o menos la misma cantidad de gente”.
Y Zeta no para. “Unos de los secretos creo yo es mantener viva la ilusión, la capacidad de sorprenderte todo el tiempo. Porque la vida te va frustrando, frustrando, frustrando, y llega un momento en el que ya no tienes más ilusiones…”.
—¿No es al revés? Parece que la vida ha ido satisfaciéndote todo el tiempo.
—Quizás haya sido por eso. En mi infancia, con Soda, no sé. En mi generación muchos han perdido la capacidad de sorpresa, como si ya conocieran el mundo de todos lados. Y a mí también me pasa, pero al mismo tiempo me gusta seguir jugando.
—¿Qué te enganchó de la música electrónica?
—Justamente eso, que es divertida. El público llega a la pista con otra actitud. Vas a bailar, a divertirte. Si yo engancho con esa gente, la fiesta es suprema. Me gusta esto de los lugares pequeños, el feedback es inmediato. Que se arme la fiesta es lo más lindo que me pasa en la pista. Busco que la gente se vaya con una sonrisa para la casa.
—El traje de Zeta lo llevas puesto de todos modos; te siguen las fotos y los autógrafos...
—Pero eso no me molesta, porque entiendo que tienen la oportunidad de encontrarme, a lo mejor, por única vez en la vida. Esos mismos que estuvieron alguna vez escuchando mi música en su casa… Hay para quienes es un hit encontrarse conmigo y yo no tengo derecho a romper esa la magia. Yo mismo lo generé. Vivo de eso.
—¿No te saturó jamás ese amor excesivo del público?
—¿Sabes qué? En la época de Soda Stereo me molestaban más algunos problemas internos que eso. Me frustraba no poder concretar situaciones, por limitaciones nuestras. La gente es una consecuencia del éxito. Y el éxito es lindo.
“Corro con el prejuicio de ser Zeta Bosio”
En los 70 Zeta ya era un DJ consagrado. Ese que no puede tomar su auto sin compartir con los amigos sus nuevos descubrimientos musicales. “Esa actitud la tuve siempre. La satisfacción de decir: ¡Uy!, cuando muestre esto!... Ser DJ es un poco eso”. Con el tiempo se profesionalizó y aprendió a encontrarle el punto a la pista. “Corro con le prejuicio de ser Zeta Bosio, a ver si saca el bajo…”.
Y no lo saca, pero reversiona temas de Soda. “Lo hago por la gente y porque soy orgulloso de la banda que tuve… ¡Y porque tengo las pistas!”, acota riéndose. “Es un desafío encarar un tema de Soda. No es fácil. Ahora estoy haciendo «Signos» y no me termina de convencer”.
La comunicación le fascina. “Terminé siendo músico por la edad, porque me volvía loco. Me gusta el cine, me gustaría haber sido artista plástico, tengo un montón de cosas por hacer en la vida. Con o sin éxito. Hoy quiero que la gente me reconozca como un buen DJ, que es lo que está comenzando a pasar”.
Y no sólo en Buenos Aires, porque viaja cada año a Europa, donde se instala en las pistas más prestigiosas de la escena. Se entusiasma hablando de las nuevas tendencias en Francia o Alemania y de su próximo disco, el que irá presentando en dosis mesuales. Ya tiene sello inglés y la colaboración de colegas como Adam Freeland y Alex Metric. “Mi estilo es rockero. Soy un DJ con actitud rockera”, sostiene.
En Pachá terminó tocando a las 7 de la mañana. “Con la gente gritando, cosa que no pasa con una banda de rock. No podía cortar la pista con nada, ¡cualquier cosa me la bailaban! Terminé con un tema de Infadels, «Free things for poor people» y la gente se puso como loca. Yo con las manos en alto, parado encima de la bandeja…. ¿Como pasó esto? Y yo que llegué con un miedo a Pachá, estuve dos días con dolor de estómago”. Ese desenfado fue el que lo atrapó cuando vio a esos chicos europeos que le ponían rock a la pista. “La actitud de que tuvimos los new wave, de choque, de ruptura, de proponer cosas no convencionales, la están teniendo los artistas electrónicos. Son los que están yendo más lejos. Están fusionando y creando estilos de dance todos los meses”.
—¿Por eso tu necesidad de renovación?
—Entré a surfear una ola donde hay mucha autenticidad y novedad. Hay artistas jugados como en los 70 y 80. Hoy el rock está estancado. Las compañías de disco son puro marketing. Son épocas completamente distintas. Lo que sí, en Latinoamérica la música electrónica se quedó en lo comercial, el reggaeton la desplazó en la pista. Pero en los charts europeos hay, al menos, 3 o 4 temas de electrónica. Hacen hits que suenan en la radio como música pop.
—Gracias a Internet los grupos han vuelto a ser dueños de su música, como era antes. Si bien con myspace hacen una difusión mucho más pequeña, es mucho más efectiva, porque llegas a la gente que le gusta tu música. Antes muchos ni sabían lo que compraban. Hay que tener una actitud de consumidor mas activa.
—No fuiste criado para ser rockstar, pero te autogestionaste muy bien.
—Ninguno de los tres fue criado así. Salvo Charly, su padre era un suceso en los ‘50 o ‘60, era una estrella. Pero Gustavo y yo éramos gente de clase media, con educación normal, pero con una idea loca en la cabeza. Fue un cambio de vida muy grande. Todo lo que haces y dices comienza a ser más trascendente. Ahí te desdoblas y armas un personaje que te protege.
—Te quedaste con el personaje, de todos modos. Hoy sigues siendo el rockstar tras la tornamesa.
—Es lo que soy, me siento identificado. Disfruté de tocar con Catupecu, me encantó la vuelta de Soda. El bajo es mi tierra… Si te fijas la música electrónica tiene al bajo como protagonista, las líneas melódicas…
—Ahora que miras con distancia. ¿Fue bueno el reencuentro con Soda Stereo?
—Teníamos mucho miedo, pero cuando ya pasó podemos decir: ¡Qué fantástico que lo hicimos! La cosa había quedado rara después de la separación. Nos debíamos encontrarnos. Musicalmente tenemos algo interesante, algo que no ocurre habitualmente, es algo mágico. Cuando nos juntamos los tres surge una música especial, como en las películas cuando se juntan las tres partes del anillo...
—¿Las heridas se sanaron?
—Más o menos. Cada uno sigue siendo lo que es. No vamos a volver a ser los chicos de 20 años.
—¿Pueden volver a ser Soda?
—¿Si podemos volver a hacerlo? Dentro de mi universo está la posibilidad.
Zeta, el Cetáceo
Pocos saben que Zeta viene de Cetáceo, porque a sus 14 años llego a pesar 90 kilos. A los 10 sufrió de fiebre reumática y la superó a punta de vitaminas y Penicilina. Empezó a hacer remo, compitió, y ahí se ganó el apodo. Llego a la banda y “Ceta” se transformó en su seudónimo. Sus amigos y familia aún le dicen “gordo”.
Hoy está delgado, luce más joven y (según su interrumpido caminar) acumula cada vez más admiradoras. “Hice un pacto con el Diablo, yo lo recomiendo”, explica con una carcajada. “Yo no sé de qué depende. Te juro a veces que me miro a la espejo y me sorprendo… Creo que se trata de vivir como uno quiere”.
Es que escuchó esa “voz interior” de la que se burlaba en el colegio católico. “Finalmente, es el instinto, ese sentido animal. Porque en la sociedad nos domestican para que consumamos, nos adiestran para matar el instinto, las personas libres que somos”.
Cuando Zeta baja la velocidad de la conversación es para hablar de sus hijos: Simón (19), Juan Bautista (14) y Jaime (11). Después de la vuelta de Soda, todos músicos. Su cuarto hijo, Tobías, murió con 3 años en un accidente automovilístico, en 1994. Simón parece ser su heredero. Entró en la música para superar las lesiones que le dejó ese mismo accidente. “Mi hijo tomó la música para combatir. Quedó con marcas en la cara y las manos. Yo le enseñé a tocar la guitarra porque el médico decía que tenía que ejercitar las manos… Ahora lo veo ¡y es la reencarnación de Jimmy Hendrix! Se me cae la baba”, dice alucinado.
Ahora está preparando su primer disco con Armant, la banda que tiene desde los 11 años. “Tengo temor de que los maltraten, los prejuzguen, pero veo a Simón tocar en un bar y se me van todos los miedos”. Porque se ve a sí mismo. “Es mi hijo. Si yo me salvé, se tiene que poder salvar él también”.
Bosio se separó hace 4 años de la madre de su mujer, Silvina Mansilla, con la que estuvo casado “24 años maravillosos”. Ahora está en pareja con una chica de 23 años, la modelo Estefanía Iracet. “Pero no parece de 23, tiene una experiencia que me sorprende a mí todavía. Tiene la alegría y la ilusión de su edad”.
El artista aprendió a eludir fanaticada y a enrielarse. “Es muy estresante tener 5 relaciones. Ya lo hice”, confiesa y se ríe. “Te perdés, no sabés quien sos…. Decís un 50 % de verdad y otro que no. ¡Si no, no se puede! A mí me gusta la sinceridad, armar una pareja y apostar a ella”.
—¿Cómo sobreviviste a la fama?
—Sobreviví rodeándome de afectos reales. Armando una familia. Es el lugar donde vos sos vos. En todos lados sos el personaje y te lo hacen sentir… Como si hubiera llegado Batman. Esta es una forma de desmitificar también. Cuando nos estabamos separando con Gustavo le dije: No hay nada escrito de lo que podamos hacer . Hicimos algo con Soda que nos dejó en un lugar desde el que podíamos con cualquier cosa. No estábamos atados a nada. Me gusta sorprender. ¡Ahora me estoy por tirar en paracaídas!, ¿sabías? Quiero seguir desafiándome. Enfrentar esa adrenalina.
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