Soda Stereo y las costumbres argentinas
En un país devastado, su extracción de clase les da una ventaja comparativa que explotan con inteligencia. Una inteligencia que se extiende a la música, de la cual casi son los únicos herederos. Continuará.
Por Jorge Belaunzarán
Sumo era el país increíble. Virus, el deseado. Charly García y Luis Alberto Spinetta el país que más vas a ir. Soda Stereo fue la parte insegura, que pocas veces tiene que ver con no saber: la inseguridad nace de un conocimiento. A lo desconocido se tiene miedo. Y la inseguridad es duda, y por eso tentación.
Su aparición en los primeros ochenta también establece un cambio fundamental en la geografía social rockera argentina, que hasta el momento (y ahora también pero en menor medida) era un fenómeno urbano de Buenos Aires y alrededores. Si como dijo alguien Sui Géneris significó la introducción de la clase media en el rock, Soda Stereo estableció un giro hacia el norte urbano, símbolo geográfico de los más pudientes.
Spinetta ,en el país en el que había surgido, era una expresión de la integración social peronista: oriundo del barrio de Belgrano, su mundo estaba establecido por preferencias musicales, estéticas y generacionales, no de clase. La Argentina post dictadura, en cambio, era el mapa de la fractura y la segmentación. El rechazo originario a Soda Stereo por parte del rock argentino es similar al que recibió Virus (no por nada el productor de Soda impuso a Federico Moura como productor artístico del primer disco): a estos por putos a aquellos por mariquitas que se disfrazaban, el colectivo musical argentino que se suponía de vanguardia los rechazaba por impuros.
Pero el estigma asignado a Soda era menos perjudicial que el de Virus. Machista y exitista por donde se lo mire, admite a putos y maricones a condición de que sean exitosos. Y hacia allí fue Soda.
Como dijo el líder de Os Paralamas Do Sucesso, Hebert Vianna, hablando de Charly García: "Argentina es excesivamente indulgente con sus héroes, los dejan matarse en plaza pública". Por lo tanto, para triunfar, mejor el exterior (emulando el slogan alfonsinista). Cuando aún no tenían el tercer disco grabado y estaban lejos de representar el éxito de masas en el que se convertirían luego de Signos (tercer disco), los Soda salieron de gira latinoamericana (Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Venezuela). Es más, en buena medida el éxito de Signos estuvo dado por la atención que se le prestó al ver el éxito de su gira. No fue una atención mayor, sino una más curiosa, preguntándose qué le veían esos mestizos latinos a un grupo que hasta el momento, al decir de la época, era una banda de chetitos.
Un pop que a veces es rock y viceversa, letras eruditas, excelsas, poéticas y ambiguas, videoclips según parámetros de la industria, una estética cuidada estratégicamente y la voz prodigiosa de su cantante (Gustavo Cerati), rindieron América a sus pies. Pero también lo hizo una inteligencia musical que el rock argentino parecía haber tenido en orígenes, cuando todo estaba por hacerse, y entonces casi todo lo hecho había que hacerlo simplemente porque no había fórmula. Una inteligencia musical de la que prácticamente son los únicos herederos, imponiendo exitosamente su originalidad cuando alguien empieza a no entender a los que hacen lo mismo que él hacía ayer pero hasta ahí nomás, como viviendo en el pasado (García 1982, Vos también estás verde, Yendo de lhttp://www.prodiario.com.ar/despachos.asp?cod_des=62803&ID_Seccion=140
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